domingo, 24 de enero de 2010

Marcha progresiva de la telegrafía eléctrica

Cuando Galvani descubrió las corrientes eléctricas en 1790 y Volta su pila en 1800, eran varios los medios empleados por los hombres para trasmitir su pensamiento á grandes distancias. El más perfecto era el sistema óptico debido á Claudio Chappe. Consistía su instrumento en dos reglas ó bastidores verticales con tres fajas horizontales. Un aro podía ocupar, subiendo ó bajando, posiciones diferentes con respecto á las fajas referidas; cada posición representaba un signo. Dispuesto el aparato sobre un torreón, era visible para un observador colocado en otro á larga distancia sobre una eminencia y armado de un anteojo. Este observador trasmitía las señales á otro tercero, y de esa manera quedaba establecida la comunicación. Semejante procedimiento, sobre ser poco rápido, ofrecía el inconveniente de no ser aplicable sino en días serenos. No obstante, constituía un progreso gigantesco en la trasmisión de señales, y se le adoptó en Francia desde la Convención, y en España poco después con algunas reformas.

La electricidad abrió una nueva senda, y los ensayos se repitieron en todas partes. Lessage en Ginebra, Betancourt en Madrid, Salva en Barcelona (1796), y otros realizaron algunos sistemas más ó menos practicables. Este último físico, sobre todo, inventó un verdadero telégrafo eléctrico, que funcionó varias veces según vamos á ver.

Del citado docto médico barcelonés, consta por una Memoria suya, archivada en la Real Academia de Ciencias de Barcelona, que hizo funcionar un aparato telegráfico ante aquella ilustre Corporación. Le componían 17 pares de alambres forrados con cinta de papel, cada uno destinado á transmitir una letra. La trasmisión se verificaba con la electricidad de una botella de Leyden, que hacía saltar una chispa en los extremos de cada dos alambres, según la letra que se quería representar. El ilustrado Sr. Suarez Saavedra, Director de Sección de Telégrafos, autor de un hermoso Tratado de Telegrafía, además de trascribir ese y otros datos de la Memoria referida, hace constar que el Sr. Salva, protegido por el primer Ministro de Carlos IV, repitió ante este Monarca y su Corte las pruebas de su invento, con gran satisfacción y aplauso de todos. Así lo consignó la Gaceta de Madrid del 29 de Noviembre de 1796, afirmando además que el Infante D. Antonio, muy dado á los estudios de la Física, se proponía ampliar y perfeccionar dicho telégrafo. Poco después, en efecto, hubo pruebas reiteradas y más en grande, entre Madrid y Aranjuez, pero se ignora porqué fue relegado al olvido el aparato, que en 1824 pasó al Museo de Farmacia de San Fernando. A no dudarlo, al ilustre médico español corresponde la más brillante página en la historia de la telegrafía, como dice el citado Sr. Suarez, porque en escritos muy luminosos, posteriores á las pruebas referidas, y cuando nadie se había aun ocupado de ello, hizo ver la posibilidad de establecer las líneas subterráneas y submarinas, la conveniencia de aprovechar la recien inventada pila en la trasmisión de señales, y hasta la intervención de la tierra para formar la mitad del circuito telegráfico.

En apoyo de su aserto cita la sesión de 22 de Febrero de 1804 celebrada en la propia Academia de Ciencias de Barcelona, en la cual leyó el señor Salva una «Memoria segunda sobre el Galvanismo aplicado á la telegrafía», describiendo un aparato electro-telegráfico en extremo sencillo ó ingenioso, que hizo funcionar. Una pila de Volta, seis voltámetros y los hilos necesarios para establecer el circuito con cada uno de ellos formaban todo el mecanismo. El desprendimiento de burbujas en uno ú otro voltámetro era el signo de trasmisión de una letra. Con cuánto menos motivo que este se erigiría una estatua al médico catalán en otro país!

El descubrimiento del electro-magnetismo en 1819 vino á dar un medio seguro para resolver la cuestión. Ampére propuso adoptar como señal la desviación producida sobre una aguja por la corriente do un hilo conductor; para cada letra debían establecerse un hilo y una aguja. Cooke y Weatstone construyeron en 1837 los primeros telégrafos en Londres de cinco agujas. En el mismo año Morse presentó en América su telégrafo escritor.

En 1838 fue dado á conocer á la Academia de Ciencias de Paris otro telégrafo eléctrico muy perfecto por el sabio alemán Steinheil. Desde esa época tomó tan rápido vuelo la telegrafía eléctrica, que apenas quedó nación alguna, donde las poblaciones más importantes no estuviesen enlazadas por líneas múltiples. En España fue la primera la línea aérea telegráfica de Bilbao á Portugalele, tendida para el servicio del puerto en 1847. Cuatro ó cinco años después se estableció otra en el ferrocarril de Madrid á Aranjuez. En 1853 se estableció la tercera en el ferrocarril de Barcelona á Mataró, hasta entonces servido por un telégrafo óptico. Aunque algo tardía, la instalación de las líneas oficiales comenzó con gran empuje, pues el primer año de tales trabajos (1854), se tendieron más de 700 kilóms. de líneas con numerosas estaciones de Madrid á Irún y Bilbao. En 1877 teníamos 15490 kilóms. de línea con 338 estaciones, sin contar con unos 6000 kilóms. de ferrocarril y 700 estaciones.

Al presente es tan universal la red electro-telegráfica, tanto aérea como subterránea y submarina, que no hay región dominada por naciones civilizadas á donde no lleguen los hilos ó cables de trasmisión. Hasta diez de ellos enlazan actualmente la Europa con la América al través del Atlántico.

Por otra parte, son tan variados y tan numerosos los sistemas telegráficos inventados desde los apuntados anteriormente, que sólo en volúmenes abultados puede darse cuenta de ellos. Su perfeccionamiento ha llegado á tal extremo, que con el pantelégrafo se trasmiten los manuscritos, los dibujos, los retratos si es preciso. Como último progreso de los presentes tiempos en la telegrafía mencionaremos la telefonía eléctrica, y sus auxiliares la microfonía y la radiofonía.

"Tratado elemental de FÍSICA experimental y aplicada (Octava edición)", Dr. D. Bartolomé Feliú y Pérez, Tipografía de Comas Hermanos, Zaragoza 1896

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